sábado, 18 de abril de 2015

Me encanta la clase de ciencia: ¡ahí sí vale si me equivoco!

La posibilidad de equivocarse, de comprender que el error es lo que permite avanzar, ha sido posible haciendo uso del Cuaderno de Experiencias, un recurso metodológico tomado de “La mano en la masa”, propuesta francesa, que ha permitido no solo acercar a los niños al real trabajo de los científicos, sino despertarles el gusto por la clase de ciencia.

En la clase de ciencia, ¡sí vale si me equivoco! Es la frase con la que un grupo de niños de un aula de educación primaria esperan la clase de ciencia. No solo la cuentan entre sus favoritas por la posibilidad de armar y desarmar, de mezclar, de cortar, de crear. Llama su interés por la poca presión que sienten por no “tener que hacer todo bien hecho”, pues es la única materia en donde sí vale cometer errores. Y no es que este error sea pasado desapercibido por tratarse de una clase relajada liderada por una maestra poco atenta al avance minucioso de sus estudiantes. Justamente todo lo contrario. La equivocación es utilizada como punto de partida para hallar la verdad. 

¿Y cómo se permite a los estudiantes expresar el error? Dándoles la posibilidad de escribir lo que piensan, de dibujarlo si así lo prefieren, de exteriorizar de alguna forma aquello que tienen concebido como respuesta ante una situación. Ese es el punto de partida de la clase.

El Cuaderno de Experiencias - un recurso del estudiante - no es otra cosa que un pequeño y sencillo cuaderno donde debe registrar todo aquello que le parece debe hacer para llegar a una respuesta ante una interrogante o un desafío dado en la clase. Una bitácora. Un cuaderno de diario. Como queramos llamarlo. La única diferencia es que es usado por los niños y revisado por el docente, pero sin esa mirada acuciosa que no perdona una falta ortográfica ni un dibujo mal estructurado. ¡Eso no! Es un espacio donde el estudiante expresa sus pensamientos tal como los va concibiendo, les va dando forma, según lo que él mismo considere corregir y los va puliendo a partir del consenso llegado, luego de haberlas compartido con su equipo de trabajo.

Para un profesor común, es un cuaderno plagado de errores, errores que no son otra cosa que el reflejo de aquellos pensamientos que todos alguna vez tuvimos (o tenemos) y que no nos atrevemos a decir a nadie por temor a quedar en ridículo. El problema es que como poca o ninguna vez tuvimos la oportunidad de expresarlos, tampoco tuvimos la oportunidad de confrontarlos y mejorarlos, y por eso muchas veces nos siguen persiguiendo hasta la adultez.

Pero en esta clase sí se puede, porque no existe el ridículo, es esa idea equívoca o mal construida la que permitirá al docente saber qué pieza debe mover para lograr construir derecho, por donde debe ser.

Este ejercicio sencillo, pero rico sobremanera por lo que encierra, permite no solo conocer lo que traen los estudiantes a la clase – pieza angular de la corriente constructivista de la que seguramente nos propugnamos seguidores, aunque a menudo olvidemos - sino que acerca a nuestros estudiantes al real trabajo de los científicos: la búsqueda de la verdad a partir del ensayo y el error, el compartir con su equipo de trabajo, la argumentación de las propias ideas, la búsqueda del consenso para llegar a la verdad. 
De seguro que si vas leyendo y eres profesor o padre de familia te iras preguntando, ¿pero y dónde hacen anotaciones de “lo serio” del tema? No te preocupes, los niños manejan además un cuaderno del curso, el cuaderno pequeño – del que se está haciendo referencia - es solo para las situaciones experimentales que se llevan a cabo en la clase. 

El uso del Cuaderno de Experiencias, es recogido de la propuesta francesa de enseñanza de la ciencia “La mano en la masa”, movimiento ampliamente extendido por Europa y que llegó a Colombia bajo el nombre de Pequeños científicos. Acá en Perú, llegaron por primera vez representantes de dicho movimiento en el año 2008, en un esfuerzo conjunto de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) y la Fundación Franco Peruana. 

En aquel entonces, aunque la propuesta era interesante, escuchar que no se podía hacer correcciones en un cuaderno de los niños, parecía que no tenía sentido tenerlo en el aula. Y aunque en todos estos años se ha ido ajustando la metodología original al contexto peruano, lo que no ha cambiado es el lugar que el Cuaderno de Experiencia tiene para el niño y para la clase.


Sin embargo, no es fácil comprender esta herramienta de trabajo. Muchas veces son los mismos padres de familia quienes al revisar los cuadernos de sus hijos, buscan “mejorarlos” y borran lo que dice obligándoles a poner “lo que debe ser”. Es necesario por eso, trabajar con los padres y hacerles entender que para avanzar es necesario primero saber dónde nos encontramos.

Artículo publicado en: Portal de la OEI

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